martes, 15 de diciembre de 2009
Ahora un lugar para la magia...
Cuando pensaba en el nombre del blog, medité durante un rato y al final quedó magia y cuentos. Lo de los cuentos esta bastante claro, pero lo de la magia (para aquellos que no me conocen) es mi otra pasión. Desde hace catorce años, empecé a jugar con la magia y hoy es una actividad que me gratifica cada vez que piso un escenario. Aquí va una pequeña muestra del último show ("Talismán"- 2009). Este es es tercer show pensado para ser presentado en teatros. Lo que va aquí, en realidad, es un fragmento grabado que proyectamos durante el show, la otra parte, es una rutina de sombreroflexia. Ojala lo disfruten tanto como cuando lo realicé.
martes, 3 de noviembre de 2009
El tunel
El cuento elegido este mes para subir al blog, es uno con un estilo totalmente diferente a los demas. Este fue publicado por Editorial Nuevo Ser en 2009.
EL TUNEL
El mediodía era implacable. El verano era más caliente y seco que en otras oportunidades. Los reclusos salían al patio de la penitenciería, donde el calor, parecía en cierta forma, parte del castigo. El predio era de tierra y había unos paredones enormes con alambres de púas en la parte superior. En cada esquina había unas especies de torres, donde los guardias vigilaban cada acontecimiento con mucha atención. La cárcel era bastante antigua y se había elevado al rango de máxima seguridad. En la medida que todos salían al patio, se podía percibir como se iban armando los diferentes grupos o pandillas. Casi siempre, al final de la fila de presos que venían desde el comedor, aparecía Mario Heredia, escoltado por sus compañeros de celda. No era el más viejo de la cárcel, pero tal vez, era de los más respetados. La dureza en su rostro, hacía temblar a quien se enfrentara directamente con el y ya se había cargado a más de un líder de otras bandas internas. Hacía diez años que Heredia estaba preso y solo un milagro lo pondría en libertad. También era consciente de las miradas severas de los guardias sobre el, esto hacía que se sentara siempre en unos viejos bancos al costado de lo que hacía las veces de cancha de fútbol. Solo algunos días, cuando no hacía tanto calor, dedicaba algunos instantes a levantar las oxidadas pesas del gimnasio improvisado al aire libre. Siempre estaban al lado de Heredia, el tano (nadie conocía su nombre exacto) y Héctor Guimaraes, el “brasuca”.
- Brasuca, ¿hablaste con Villegas? ¿Cómo va todo?
- Lo ví en el comedor y me dijo que nos quedáramos tranquilos, Mario. Está todo bien, no es fácil pero está todo en marcha.
- No quiero que se estire mucho tiempo más. A alguno se le va a escapar algo y no quiero quilombos.
Hacía un mes que Villegas había hablado con Mario, acerca de un proyecto que tenía en mente. Como el edificio era bastante antiguo, algunos reclusos, habían descubierto ciertos sectores en los pisos de algunas celdas, que eran lo suficientemente blandos como para intentar cavar un túnel. La celda elegida para iniciar el trabajo, era la de Villegas y Mario, estaba al tanto de todo lo que pasaba al respecto. La idea era sencilla: cavar un túnel que los llevara a la parte posterior de la cárcel que daba a un campo. El largo del conducto sería de unos veinticinco metros y los involucrados en esta maniobra eran seis o siete nada más. Todos estaban implicados en la excavación, menos Mario, que era seguido muy de cerca por los guardias. Esta circunstancia era aprovechada para distraer la atención de los otros que estaban trabajando en el túnel. Todo estaba perfectamente cuidado. La tierra que se extraía se tiraba en los retretes de las celdas, para no dejar huellas, siempre alguno se quedaba en la puerta para vigilar la presencia de los guardias y evitar así que descubrieran el hoyo. Los turnos de trabajo eran cortos en tiempo debido a que lo estrecho y húmedo del terreno, restringía la capacidad del trabajo de los presos. De cualquier manera, Heredia había puesto un límite de tiempo, que no debía pasar las cuatro semanas. Nadie se atrevía a contradecirlo, era cierto que se necesitaba un poco más de tiempo para hacer las cosas bien, pero la orden era clara. Mientras se trabajaba en el túnel, Mario estudiaba como llevar adelante el escape. Elegir el mejor momento y horario para que esto pasara desapercibido para los guardias, quienes demostraban una gran efectividad a la hora de desarticular cualquier intento de fuga. A los pocos días, Villegas se cruzó con Mario en el patio. No hablaron, solamente fue un cruce de miradas que resultaba mucho más explícito que mil palabras. Mario se dirigió directamente al banco que ocupaba habitualmente y esperó que llegaran sus amigos, con la paciencia de quien sabe lo que hay que hacer.
- Ya está todo listo, Mario. – dijo el tano por lo bajo.
- Lo vamos a hacer mañana. Hoy es día de visitas y hay mucho revuelo afuera. No quiero ningún tipo de interferencias. – Mario sabía de lo que hablaba. Tenía todo absolutamente medido.
Esa noche fue diferente para ese puñado de reclusos que gozaban de una libertad anticipada. Mario no durmió. Pensaba en lo que haría el día siguiente. Los muchachos del bar lo esconderían algunos días hasta que se olvide todo. Pensó en el reencuentro con Martha, la compañera de toda la vida. Ella sufría como nadie, pero soportaba en silencio la ausencia de su marido. Ella no hubiera estado de acuerdo con la fuga. Martha quería que Mario cumpla la condena y luego poder comenzar una nueva vida lejos de ahí. Pero el espíritu rebelde e indomable de su marido no le permitía quedarse un minuto más en la cárcel. El tano y el brasuca, tampoco durmieron. Cada uno a su modo, disfrutaba el dulce sabor de la libertad cercana. El día indicado llegaba por fin. No estaban nerviosos. Solo era la sensación de vértigo que la adrenalina aporta. Ese día era normal para todos, menos para ese puñado de hombres dispuestos a correr el riesgo de la fuga. Por la tarde, se ultimaron algunos detalles, Villegas le había asegurado al brasuca que estaba todo listo y solo faltaba tomar la decisión. Al caer la noche, todos volvían a sus celdas. Mario había colocado la traba en los pestillos de las celdas para que en el momento del cierre, quedaran secretamente abiertas, y de esa manera, por la madrugada, huir. El tano, vistió las almohadas que ocuparían sus lugares. De esa manera, hasta que descubrieran sus ausencias, ellos ganarían algo más de tiempo para esconderse. Se apagaron las luces de los pasillos y el ruido de las trabas de las celdas marcaban el final de un nuevo día para todos. Pasada la medianoche, apenas eran visibles las sombras de Mario y sus amigos, al desplazarse por el pasillo hasta la celda de Villegas. Todo era muy sigiloso, muy lento, muy estudiado. Entraron y los gestos en la penumbra eran suficientes para entenderse. Mario se agachó ante la cama y pudo vislumbrar el oscuro agujero que lo llevaría a la libertad. Detrás de el, se deslizó el tano, el brasuca, Villegas y los otros dos que habían trabajado en el túnel. El hoyo era estrecho y húmedo. Apenas se podía maniobrar con los brazos para avanzar hacia el objetivo. De repente, Mario, vió en el fondo del túnel, una luz, un resplandor. Recordó el reflejo de la luna que entraba en su celda a través de las rejas y avanzó seguro hacia la luminosidad del final. Todos lo seguían. En la medida que se acercaban a esa luz, Mario percibió como el túnel se iba agrandando. Ya no le resultaba tan incómodo como al principio. No sentía la humedad ni el tufo del encierro. Ya estaban cerca del final. Repentinamente ese fulgor se agigantó y ocupó todo el espacio. Mario sintió que se podía parar. Giró y vió al tano, al brasuca, a Villegas y los demás parados detrás de el. Se abrazaron y saltaron sin hacer ruido. Mario siguió mirando a su alrededor pero la iluminación lo enceguecía. No sabía bien adonde estaba, pero sentía una plenitud nunca antes sentida, al igual que los otros. Siguieron caminando juntos por la luz. Estaban al fin libres.
- ULTIMO MOMENTO. – Mostró la placa plena del canal de noticias. – Frustrado intento de fuga en la cárcel número ocho de nuestra ciudad. Al parecer, un grupo de reclusos, cavaron un túnel para escapar y mientras llevaban a cabo la huída, se derrumbaron las paredes del conducto subterráneo quedando todos adentro del mismo. Hasta el momento, serían seis los muertos en este accidente. Ampliaremos en el noticiero central.
EL TUNEL
El mediodía era implacable. El verano era más caliente y seco que en otras oportunidades. Los reclusos salían al patio de la penitenciería, donde el calor, parecía en cierta forma, parte del castigo. El predio era de tierra y había unos paredones enormes con alambres de púas en la parte superior. En cada esquina había unas especies de torres, donde los guardias vigilaban cada acontecimiento con mucha atención. La cárcel era bastante antigua y se había elevado al rango de máxima seguridad. En la medida que todos salían al patio, se podía percibir como se iban armando los diferentes grupos o pandillas. Casi siempre, al final de la fila de presos que venían desde el comedor, aparecía Mario Heredia, escoltado por sus compañeros de celda. No era el más viejo de la cárcel, pero tal vez, era de los más respetados. La dureza en su rostro, hacía temblar a quien se enfrentara directamente con el y ya se había cargado a más de un líder de otras bandas internas. Hacía diez años que Heredia estaba preso y solo un milagro lo pondría en libertad. También era consciente de las miradas severas de los guardias sobre el, esto hacía que se sentara siempre en unos viejos bancos al costado de lo que hacía las veces de cancha de fútbol. Solo algunos días, cuando no hacía tanto calor, dedicaba algunos instantes a levantar las oxidadas pesas del gimnasio improvisado al aire libre. Siempre estaban al lado de Heredia, el tano (nadie conocía su nombre exacto) y Héctor Guimaraes, el “brasuca”.
- Brasuca, ¿hablaste con Villegas? ¿Cómo va todo?
- Lo ví en el comedor y me dijo que nos quedáramos tranquilos, Mario. Está todo bien, no es fácil pero está todo en marcha.
- No quiero que se estire mucho tiempo más. A alguno se le va a escapar algo y no quiero quilombos.
Hacía un mes que Villegas había hablado con Mario, acerca de un proyecto que tenía en mente. Como el edificio era bastante antiguo, algunos reclusos, habían descubierto ciertos sectores en los pisos de algunas celdas, que eran lo suficientemente blandos como para intentar cavar un túnel. La celda elegida para iniciar el trabajo, era la de Villegas y Mario, estaba al tanto de todo lo que pasaba al respecto. La idea era sencilla: cavar un túnel que los llevara a la parte posterior de la cárcel que daba a un campo. El largo del conducto sería de unos veinticinco metros y los involucrados en esta maniobra eran seis o siete nada más. Todos estaban implicados en la excavación, menos Mario, que era seguido muy de cerca por los guardias. Esta circunstancia era aprovechada para distraer la atención de los otros que estaban trabajando en el túnel. Todo estaba perfectamente cuidado. La tierra que se extraía se tiraba en los retretes de las celdas, para no dejar huellas, siempre alguno se quedaba en la puerta para vigilar la presencia de los guardias y evitar así que descubrieran el hoyo. Los turnos de trabajo eran cortos en tiempo debido a que lo estrecho y húmedo del terreno, restringía la capacidad del trabajo de los presos. De cualquier manera, Heredia había puesto un límite de tiempo, que no debía pasar las cuatro semanas. Nadie se atrevía a contradecirlo, era cierto que se necesitaba un poco más de tiempo para hacer las cosas bien, pero la orden era clara. Mientras se trabajaba en el túnel, Mario estudiaba como llevar adelante el escape. Elegir el mejor momento y horario para que esto pasara desapercibido para los guardias, quienes demostraban una gran efectividad a la hora de desarticular cualquier intento de fuga. A los pocos días, Villegas se cruzó con Mario en el patio. No hablaron, solamente fue un cruce de miradas que resultaba mucho más explícito que mil palabras. Mario se dirigió directamente al banco que ocupaba habitualmente y esperó que llegaran sus amigos, con la paciencia de quien sabe lo que hay que hacer.
- Ya está todo listo, Mario. – dijo el tano por lo bajo.
- Lo vamos a hacer mañana. Hoy es día de visitas y hay mucho revuelo afuera. No quiero ningún tipo de interferencias. – Mario sabía de lo que hablaba. Tenía todo absolutamente medido.
Esa noche fue diferente para ese puñado de reclusos que gozaban de una libertad anticipada. Mario no durmió. Pensaba en lo que haría el día siguiente. Los muchachos del bar lo esconderían algunos días hasta que se olvide todo. Pensó en el reencuentro con Martha, la compañera de toda la vida. Ella sufría como nadie, pero soportaba en silencio la ausencia de su marido. Ella no hubiera estado de acuerdo con la fuga. Martha quería que Mario cumpla la condena y luego poder comenzar una nueva vida lejos de ahí. Pero el espíritu rebelde e indomable de su marido no le permitía quedarse un minuto más en la cárcel. El tano y el brasuca, tampoco durmieron. Cada uno a su modo, disfrutaba el dulce sabor de la libertad cercana. El día indicado llegaba por fin. No estaban nerviosos. Solo era la sensación de vértigo que la adrenalina aporta. Ese día era normal para todos, menos para ese puñado de hombres dispuestos a correr el riesgo de la fuga. Por la tarde, se ultimaron algunos detalles, Villegas le había asegurado al brasuca que estaba todo listo y solo faltaba tomar la decisión. Al caer la noche, todos volvían a sus celdas. Mario había colocado la traba en los pestillos de las celdas para que en el momento del cierre, quedaran secretamente abiertas, y de esa manera, por la madrugada, huir. El tano, vistió las almohadas que ocuparían sus lugares. De esa manera, hasta que descubrieran sus ausencias, ellos ganarían algo más de tiempo para esconderse. Se apagaron las luces de los pasillos y el ruido de las trabas de las celdas marcaban el final de un nuevo día para todos. Pasada la medianoche, apenas eran visibles las sombras de Mario y sus amigos, al desplazarse por el pasillo hasta la celda de Villegas. Todo era muy sigiloso, muy lento, muy estudiado. Entraron y los gestos en la penumbra eran suficientes para entenderse. Mario se agachó ante la cama y pudo vislumbrar el oscuro agujero que lo llevaría a la libertad. Detrás de el, se deslizó el tano, el brasuca, Villegas y los otros dos que habían trabajado en el túnel. El hoyo era estrecho y húmedo. Apenas se podía maniobrar con los brazos para avanzar hacia el objetivo. De repente, Mario, vió en el fondo del túnel, una luz, un resplandor. Recordó el reflejo de la luna que entraba en su celda a través de las rejas y avanzó seguro hacia la luminosidad del final. Todos lo seguían. En la medida que se acercaban a esa luz, Mario percibió como el túnel se iba agrandando. Ya no le resultaba tan incómodo como al principio. No sentía la humedad ni el tufo del encierro. Ya estaban cerca del final. Repentinamente ese fulgor se agigantó y ocupó todo el espacio. Mario sintió que se podía parar. Giró y vió al tano, al brasuca, a Villegas y los demás parados detrás de el. Se abrazaron y saltaron sin hacer ruido. Mario siguió mirando a su alrededor pero la iluminación lo enceguecía. No sabía bien adonde estaba, pero sentía una plenitud nunca antes sentida, al igual que los otros. Siguieron caminando juntos por la luz. Estaban al fin libres.
- ULTIMO MOMENTO. – Mostró la placa plena del canal de noticias. – Frustrado intento de fuga en la cárcel número ocho de nuestra ciudad. Al parecer, un grupo de reclusos, cavaron un túnel para escapar y mientras llevaban a cabo la huída, se derrumbaron las paredes del conducto subterráneo quedando todos adentro del mismo. Hasta el momento, serían seis los muertos en este accidente. Ampliaremos en el noticiero central.
viernes, 9 de octubre de 2009
La Sombra
Este fue cuento fue editado por Edit. Dunken en el año 2008. La selección de cuentos se llama "Lunario". Como en cada uno de los cuentos escritos hasta el momento, son absolutas ficciones que me divierten dejarlas desarrollar. Algún amigo me dice siempre que tengo una carrera de autitos en la cabeza y quizás tenga razón... Aquí vamos con "La Sombra"
“LA SOMBRA”
- Atilio no está. Lo internamos la semana pasada.- dijo la madre amargamente a través de la mirilla de la puerta a Lucas, uno de los amigos que siempre iba a visitarlo.
Hacía casi seis meses que Atilio había comenzado a tener una conducta extraña. El decía que se sentía perseguido, que alguien lo estaba acechando y que lo iban a asesinar. Todos coincidían en que era una ficción suya. Nadie podía creer en un plan para eliminar a un chico tan bueno como Atilio. Con el tiempo, esta persecución que sentía se fue agravando. Ya no salía de la casa y vivía recluido en su cuarto. Solo recibía la visita de algunos amigos, que insistían en convencerlo que no había nada de que temer. Un día, a Lucas le llamó la atención que estuviera encerrado en el cuarto a oscuras y ni aun habiendo entrado un amigo, Atilio aceptaba encender la luz. Fue en ese momento cuando confesó su sospecha. Ante la mirada absorta de Lucas, Atilio aseguró que su sombra era quien lo acechaba permanentemente.
- No me deja solo nunca y siempre se ubica detrás de mí, Lucas. Cada vez que la miro, intenta imitar mis movimientos. Yo se que finge, a mi no me va a engañar. Estoy seguro que en cualquier momento la voy a descubrir.
A partir de esta sospecha, el vivía en la mas hermética oscuridad que uno pudiera imaginar y cada vez que alguien entraba a su cuarto, se apoyaba contra la pared,
para evitar la aparición de su sombra. La angustia de su madre la había llevado a consultar a más de un médico y la recomendación de todos, era internarlo en alguna clínica de salud mental para ayudarlo. El aceptó con una única condición: oscuridad total en su habitación. Con el correr de los días, esta situación cambió. El comprendió sobre la dificultad para tenerlo a oscuras todo el tiempo, y accedió a que colocaran una reja, de manera que, cuando entraba la luz por la ventana, su sombra se reflejara detrás de la barrotes. De esa manera se sentía seguro.
Todo funcionaba más o menos bien, hasta la mañana en que una enfermera lo encontró muerto. En su rostro había una mueca de pánico congelada. Tenía los ojos abiertos y las sabanas estaban en desorden. No había rastros de violencia física en su cuerpo, solo una expresión que aterraba. Enseguida llegó la madre, acompañada por el medico que lo atendía. Lo revisó brevemente e indicó para que ubiquen el cadáver sobre la camilla. En ese instante, la madre llegó a percibir, mientras los enfermeros cargaban los restos de Atilio, que a pesar de la luz del sol de la mañana que entraba por la ventana, el cuerpo no reflejaba ninguna sombra.
Un frío gélido le corrió por la espalda.
No dijo nada.
Se limitó a llorar la muerte de su hijo.
“LA SOMBRA”
- Atilio no está. Lo internamos la semana pasada.- dijo la madre amargamente a través de la mirilla de la puerta a Lucas, uno de los amigos que siempre iba a visitarlo.
Hacía casi seis meses que Atilio había comenzado a tener una conducta extraña. El decía que se sentía perseguido, que alguien lo estaba acechando y que lo iban a asesinar. Todos coincidían en que era una ficción suya. Nadie podía creer en un plan para eliminar a un chico tan bueno como Atilio. Con el tiempo, esta persecución que sentía se fue agravando. Ya no salía de la casa y vivía recluido en su cuarto. Solo recibía la visita de algunos amigos, que insistían en convencerlo que no había nada de que temer. Un día, a Lucas le llamó la atención que estuviera encerrado en el cuarto a oscuras y ni aun habiendo entrado un amigo, Atilio aceptaba encender la luz. Fue en ese momento cuando confesó su sospecha. Ante la mirada absorta de Lucas, Atilio aseguró que su sombra era quien lo acechaba permanentemente.
- No me deja solo nunca y siempre se ubica detrás de mí, Lucas. Cada vez que la miro, intenta imitar mis movimientos. Yo se que finge, a mi no me va a engañar. Estoy seguro que en cualquier momento la voy a descubrir.
A partir de esta sospecha, el vivía en la mas hermética oscuridad que uno pudiera imaginar y cada vez que alguien entraba a su cuarto, se apoyaba contra la pared,
para evitar la aparición de su sombra. La angustia de su madre la había llevado a consultar a más de un médico y la recomendación de todos, era internarlo en alguna clínica de salud mental para ayudarlo. El aceptó con una única condición: oscuridad total en su habitación. Con el correr de los días, esta situación cambió. El comprendió sobre la dificultad para tenerlo a oscuras todo el tiempo, y accedió a que colocaran una reja, de manera que, cuando entraba la luz por la ventana, su sombra se reflejara detrás de la barrotes. De esa manera se sentía seguro.
Todo funcionaba más o menos bien, hasta la mañana en que una enfermera lo encontró muerto. En su rostro había una mueca de pánico congelada. Tenía los ojos abiertos y las sabanas estaban en desorden. No había rastros de violencia física en su cuerpo, solo una expresión que aterraba. Enseguida llegó la madre, acompañada por el medico que lo atendía. Lo revisó brevemente e indicó para que ubiquen el cadáver sobre la camilla. En ese instante, la madre llegó a percibir, mientras los enfermeros cargaban los restos de Atilio, que a pesar de la luz del sol de la mañana que entraba por la ventana, el cuerpo no reflejaba ninguna sombra.
Un frío gélido le corrió por la espalda.
No dijo nada.
Se limitó a llorar la muerte de su hijo.
viernes, 2 de octubre de 2009
Presentacion en complejo la Plaza
Esta foto fue tomada el 31 de mayo de 2009 en el complejo La Plaza en Buenos Aires. Ese día, la editorial Nuevo Ser presentaba el libro "Nueva Literatura de Habla Hispana 2009". En el tomo 2, hay seleccionados tres cuentos míos. Uno de ellos es "Vida Fugaz", los otros ya los iré subiendo de a poco...
martes, 29 de septiembre de 2009
Vida Fugaz
El juego de escribir es apasionante y por sobre todas las cosas, libera ideas que quizas uno no se animaría decir. Al menos en mi caso funciona así. El caso de este cuento: "Vida fugaz" fue bastante interesante. Cuando comencé con la idea, jamas hubiera imaginado el desarrollo veloz del cuento. De todas las cosas que escribí, tal vez sea uno de los que mas me gusta (o que mas quiero) porque condensa el vertigo en el que a veces parece en el que estamos inmersos. Este cuento fue publicado en Editorial Nuevo Ser en 2009. Aqui les presento Vida Fugaz
VIDA FUGAZ
Cuando sea grande, quiero ser astronauta. Ayer, vi en la tele, a unos hombres que se ponían unos trajes plateados y viajaban a la luna. Hacían muchos experimentos y tenían grandes aventuras súper divertidas. Mi mamá me dice que es difícil, que hay que estudiar mucho mucho y que primero tengo que tomar la leche y comer toda la comida para crecer sano y fuerte. Yo le hago caso a mi mamá, porque yo quiero ser un astronauta. Igual, esa era una idea de cuando yo era más chico. A mi lo que me gustaría ser es corredor de autos. Con mi papá nos levantamos todos lo domingos para mirar carreras. Yo le digo siempre que quiero ser piloto cuando sea grande. Mi papá me dice que sería más fácil que empiece con otro deporte y después, a lo mejor, puede ser que corra en autos. Lo cierto es que ya juego al fútbol hace un montón. Desde muy chico que voy al club de mi pueblo y ya estoy cansado de jugar. Lo que a mi me gusta es el tenis. La semana pasada vi la copa Davis en la tele y me parecería súper poder llegar a jugar ahí. Cuando crezca y sea mayor, voy a ser tenista, ya lo tengo resuelto. Eso es lo que quiero. Sigo practicando deportes, solamente porque mis viejos me obligan. Ellos no entienden que a mí me gusta la música. Lo que yo quisiera es que me compren una guitarra eléctrica y aprender a tocar rock. Entonces tendría la posibilidad de tener una banda y salir a tocar por ahí. Ellos insisten en que estudie y haga deportes. Lo único que se, es que cuando sea grande voy a tocar rock en una mega banda. No es que me haya dejado de gustar la música, pero el padre de mi novia me dice que yo tendría capacidad para ser un gran médico. Siempre me llamó la atención la biología y esas cosas. Ahora, en el secundario, es donde mejores notas tengo y me parece que es lo que voy a hacer cuando me reciba. Aparte los médicos ganan mucha plata y voy a hacer otras cosas que me gusten. Y no es cierto que no me agraden otras actividades, pero las exigencias en la facultad son muchas. Estudiar medicina es muy largo y difícil. No me quiero apurar a estudiar, de cualquier manera en la vida hay tiempo para todo, como me dicen siempre mis viejos. Cuando termine de estudiar, me gustaría hacer alguna experiencia en el exterior. Tengo unos amigos que viajaron a Estados Unidos y me cuentan todo lo que hay allá. Siempre me escribo con ellos. Me encantaría ir a visitarlos, pero justo ahora que terminé la especialidad (al final me decidí por oftalmología) tengo la posibilidad de entrar a trabajar en una importante clínica. Aparte estoy recién casado y con Silvina tenemos muchos proyectos en común. Más adelante los iré a ver. Seguramente vaya a algún congreso importante, como el último al que fui a disertar en España. Fue una experiencia increíble poder demostrar la utilidad de mi nueva técnica en implantes oculares. Recibir una ovación de pie por parte de mis colegas fue algo inolvidable. Quise recorrer un poco Europa pero mis obligaciones en el país me impidieron que me de ese lujo. Aparte extraño mucho a mi esposa y mis hijos cuando viajo. Ya están tan grandes. Basilio está en la primaria y Amandita en el jardín. Es sorprendente como crecen los chicos. El día que me jubile, voy a tener el tiempo suficiente para dedicarme a mi familia y mis plantas, que tanto me relajan. Sobre todo, después de haber quedado viudo. De cualquier manera, ayer tuve una noticia que me cambió la existencia y me devolvió las ganas de vivir. Amandita me llamó al celular y me dijo que está embarazada. Me largué a llorar como un chico, no lo puedo creer todavía. Siempre lo cargaba a Martín, mi yerno, no me vas a hacer abuelo joven, ¿no? Esto es muy intenso para mí. Sobre todo ahora que por fin me retiré. Hoy recibí una tarjeta de mis amigos que están en Estados Unidos, creo que voy a organizar un viaje para llevar a Disney a mis nietos y de paso los visitaré. Aunque, pensándolo bien, mi salud ya no es como era antes. Los ochenta pesan en el cuerpo. Yo no quiero molestarlos a los chicos y solo me decidí por este hogarcito de ancianos. La pasamos muy bien, jugamos a las cartas, miramos la tele, en fin, esperamos a que nos llegue el momento. Lo único que cambió mi vida es que ya no planeo más para adelante. En este instante, estoy solo en una sala, mirando una gran pantalla y ahí veo proyectada mi vida como una película. Me parece mentira que hayan pasado tantas cosas, muchas que ni recuerdo. Uno vive pensando que es inmortal, perpetuo, proyecta y dibuja el futuro como algo lejano y al final, toda la vida entra en un retazo de tiempo. El torrente de las horas, los días, los años, termina resumiéndose en un breve flash que uno ve pasar por delante de los ojos. ¿De qué sirvió especular tanto? ¿Podría uno abstraerse del tiempo y vivir cada instante como este pantallazo final? Ojala tuviera la respuesta, no importa que me haya llevado toda la vida encontrarla. Aun, aunque esté parado enfrente a este luminoso portal que se abre lentamente para darme paso, me sería útil haber aprendido algo en toda mi vida. Me pregunto que habrá del otro lado de la puerta. Ojala haya lunas por descubrir. Yo siempre quise ser astronauta.
VIDA FUGAZ
Cuando sea grande, quiero ser astronauta. Ayer, vi en la tele, a unos hombres que se ponían unos trajes plateados y viajaban a la luna. Hacían muchos experimentos y tenían grandes aventuras súper divertidas. Mi mamá me dice que es difícil, que hay que estudiar mucho mucho y que primero tengo que tomar la leche y comer toda la comida para crecer sano y fuerte. Yo le hago caso a mi mamá, porque yo quiero ser un astronauta. Igual, esa era una idea de cuando yo era más chico. A mi lo que me gustaría ser es corredor de autos. Con mi papá nos levantamos todos lo domingos para mirar carreras. Yo le digo siempre que quiero ser piloto cuando sea grande. Mi papá me dice que sería más fácil que empiece con otro deporte y después, a lo mejor, puede ser que corra en autos. Lo cierto es que ya juego al fútbol hace un montón. Desde muy chico que voy al club de mi pueblo y ya estoy cansado de jugar. Lo que a mi me gusta es el tenis. La semana pasada vi la copa Davis en la tele y me parecería súper poder llegar a jugar ahí. Cuando crezca y sea mayor, voy a ser tenista, ya lo tengo resuelto. Eso es lo que quiero. Sigo practicando deportes, solamente porque mis viejos me obligan. Ellos no entienden que a mí me gusta la música. Lo que yo quisiera es que me compren una guitarra eléctrica y aprender a tocar rock. Entonces tendría la posibilidad de tener una banda y salir a tocar por ahí. Ellos insisten en que estudie y haga deportes. Lo único que se, es que cuando sea grande voy a tocar rock en una mega banda. No es que me haya dejado de gustar la música, pero el padre de mi novia me dice que yo tendría capacidad para ser un gran médico. Siempre me llamó la atención la biología y esas cosas. Ahora, en el secundario, es donde mejores notas tengo y me parece que es lo que voy a hacer cuando me reciba. Aparte los médicos ganan mucha plata y voy a hacer otras cosas que me gusten. Y no es cierto que no me agraden otras actividades, pero las exigencias en la facultad son muchas. Estudiar medicina es muy largo y difícil. No me quiero apurar a estudiar, de cualquier manera en la vida hay tiempo para todo, como me dicen siempre mis viejos. Cuando termine de estudiar, me gustaría hacer alguna experiencia en el exterior. Tengo unos amigos que viajaron a Estados Unidos y me cuentan todo lo que hay allá. Siempre me escribo con ellos. Me encantaría ir a visitarlos, pero justo ahora que terminé la especialidad (al final me decidí por oftalmología) tengo la posibilidad de entrar a trabajar en una importante clínica. Aparte estoy recién casado y con Silvina tenemos muchos proyectos en común. Más adelante los iré a ver. Seguramente vaya a algún congreso importante, como el último al que fui a disertar en España. Fue una experiencia increíble poder demostrar la utilidad de mi nueva técnica en implantes oculares. Recibir una ovación de pie por parte de mis colegas fue algo inolvidable. Quise recorrer un poco Europa pero mis obligaciones en el país me impidieron que me de ese lujo. Aparte extraño mucho a mi esposa y mis hijos cuando viajo. Ya están tan grandes. Basilio está en la primaria y Amandita en el jardín. Es sorprendente como crecen los chicos. El día que me jubile, voy a tener el tiempo suficiente para dedicarme a mi familia y mis plantas, que tanto me relajan. Sobre todo, después de haber quedado viudo. De cualquier manera, ayer tuve una noticia que me cambió la existencia y me devolvió las ganas de vivir. Amandita me llamó al celular y me dijo que está embarazada. Me largué a llorar como un chico, no lo puedo creer todavía. Siempre lo cargaba a Martín, mi yerno, no me vas a hacer abuelo joven, ¿no? Esto es muy intenso para mí. Sobre todo ahora que por fin me retiré. Hoy recibí una tarjeta de mis amigos que están en Estados Unidos, creo que voy a organizar un viaje para llevar a Disney a mis nietos y de paso los visitaré. Aunque, pensándolo bien, mi salud ya no es como era antes. Los ochenta pesan en el cuerpo. Yo no quiero molestarlos a los chicos y solo me decidí por este hogarcito de ancianos. La pasamos muy bien, jugamos a las cartas, miramos la tele, en fin, esperamos a que nos llegue el momento. Lo único que cambió mi vida es que ya no planeo más para adelante. En este instante, estoy solo en una sala, mirando una gran pantalla y ahí veo proyectada mi vida como una película. Me parece mentira que hayan pasado tantas cosas, muchas que ni recuerdo. Uno vive pensando que es inmortal, perpetuo, proyecta y dibuja el futuro como algo lejano y al final, toda la vida entra en un retazo de tiempo. El torrente de las horas, los días, los años, termina resumiéndose en un breve flash que uno ve pasar por delante de los ojos. ¿De qué sirvió especular tanto? ¿Podría uno abstraerse del tiempo y vivir cada instante como este pantallazo final? Ojala tuviera la respuesta, no importa que me haya llevado toda la vida encontrarla. Aun, aunque esté parado enfrente a este luminoso portal que se abre lentamente para darme paso, me sería útil haber aprendido algo en toda mi vida. Me pregunto que habrá del otro lado de la puerta. Ojala haya lunas por descubrir. Yo siempre quise ser astronauta.
domingo, 2 de agosto de 2009
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